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Debemos tener suficiente valor para compartir nuestra vulnerabilidad personal unos con otros (Parte I).

Somos sanos y plenos en la medida 
en que seamos abiertos 
y honestos con nosotros mismos
 y con los
demás.


Existe una teoría acerca de los complejos de inferioridad que estoy dispuesto y preparado a aceptar. La teoría sostiene que todos tenemos complejos de inferioridad. Estos complejos casi vienen como una parte heredada de nuestra infancia y de nuestros primeros años. Se establecen con firmeza durante los primeros cinco años de vida. Una persona que contabiliza este tipo de cosas ha escrito que durante los primeros cinco años de su vida el niño promedio recibe 431 (!) mensajes negativos en un día normal. "Deja de hacer ese ruido..." "Bájate de ahí..." "¿Qué estás haciendo con mis tijeras? ..." "No, eres demasiado chico..." "Mira el desorden que has hecho..."
"i Tienes lodo en los zapatos y acabo de limpiar el piso de la cocina!" Y así sucesivamente (x 431).
Como resultado de estos mensajes negativos, desarrollamos instintos de autoprotección. Tratamos de cubrir y acojinar nuestro ego para evitar daños mayores. Los psicólogos llaman a estos esfuerzos defensivos "mecanismos de defensa del ego". Los más comunes son los cinco que describimos a continuación:
(1)Por medio de la compensación nos inclinamos hacia atrás para evitar caer de bruces. Freud llama a esto inversión o formación reactiva. Por ejemplo, el dogmáti­co sabelotodo continúa pontificando para poder reprimir las dudas que puedan surgir en su interior y minar su seguridad de sentir que está en lo cierto. El niño pequeño "chifla en la oscuridad" mientras camina de noche por un cementerio. La niña testaruda sigue insistiendo, "i No me duele... no me duele!".
(2) Por medio del desplazamiento construimos una desviación psicológica, un camino alterno o una salida para los impulsos que no podemos dejar salir en forma directa. Por ejemplo, no puedo expresar mi hostilidad hacia mi jefe, quien me parece desagradable, porque me puede despedir. De modo que voy a un partido de béisbol y grito: "i Maten al umpire!" o golpeo la pared con el puño después de patear al gato. Otro tipo de desplazamiento consiste en expresar mis verdaderas emociones, pero sobre un tema distinto. Una mujer que se siente sedienta de afecto quizá no sea capaz de pedirle a su esposo que la abrace, pero se puede quejar de que siempre llega tarde, o que no ha levantado un dedo para ayudarla a limpiar el sótano.
(3) A través de lo que se conoce como proyección, hábilmente negamos tener características indeseables, atribuyendo estas cualidades repugnantes a otros o a otra cosa. En la proyección, como ya se dijo antes, trasladamos la responsabilidad de nuestras reacciones y fallas, de nosotros hacia otros o hacia algo externo. Usted recordará que cuando Dios confrontó a Adán en el Jardín del Edén, éste le echó la culpa de su fracaso a Eva.  "i Esta  mujer  que  me  diste -ella me tentó!". Cuando Dios le preguntó a Eva, ésta dijo que era culpa de la serpiente. "La serpiente me engañó para que comiera la fruta prohibida" dijo Eva. En otras proyecciones comunes, culpamos de  nuestro mal trabajo a las herramientas inadecuadas. Y algunos con inclinación astrológica pueden llegar a proclamar que su fracaso se debió al hecho de que "la luna no estaba en la casa adecuada". O, tal vez, "El diablo me obligó a hacerlo".
(4) Otro método de defender el ego se  denomina introyección. Cuando introyectamos, estamos proclamando como propias las características o acciones positivas de otros, compartiendo sus logros indirectamente y gozando bajo los rayos de su gloria. También es posible introyectar un sentimiento de persecución o de martirio personal. Nos imaginamos como víctimas heroicas. Además es una forma de introyección cuando identificamos nuestras posesiones materiales con  nuestra  persona, y nos  hinchamos  de orgullo cuando alguien admira nuestro abrigo de visón o nuestro lujoso yate.  Existen muchas clases de introyección. Nos podemos identificar con héroes o heroínas  deportivas  o  de  la  televisión.  Un  siquiatra  de Manhattan, el doctor  Louis Berg, de hecho prohíbe a sus  pacientes  que vean  las telenovelas porque  hay muy pocas personas felices en éstas. El doctor teme que sus pacientes introyecten el sentido de la tragedia dramática que hay en la mayoría de los personajes.
(5) Finalmente, hay la racionalización.  Considero  que esta es la más prevaleciente y más ampliamente utilizada de las defensas del ego. Es un falso ejercicio en la autojustificación. Esta autodecepción puede funcionar de diversas maneras. Por ejemplo, puedo encontrar buenas razones para disculparme de hacer lo que sé que debería hacer. O tal vez encuentre la justificación para hacer lo que sé que está mal. Si dejo de cumplir una promesa que le hice, ¡puedo racionalizar que usted en realidad no pensó que se lo dije en serio. O si yo encuentro su cartera, racionalizo que Robín Hood se convirtió en héroe cuando robaba a los ricos para darle a los pobres! En ocasiones parece que la autodecepción o racionalización no tiene límites externos.
Estos son los más comunes encubrimientos o mecanismos de defensa del ego. Todos son impedimentos para la buena comunicación porque de alguna manera ocultan nuestra vulnerabilidad. El problema radica en que en realidad no estamos comunicando nuestra ver­dadera forma de ser cuando estamos en medio de una de estas defensas del ego. No somos reales. En consecuencia, no podemos crecer a nuestra plena capacidad. Nunca maduraremos por completo en tanto nos entreguemos a estas defensas de autoprotección, ya que son barreras para la autenticidad. De una manera u otra, nos alejan del contacto con la realidad.

Powell J. (1993). ¿Por favor podría mi verdadero Yo ponerse de pie? México: Diana.







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